Hace mucho que no me pasaba por aqui, y esta vez será para una entrada menos densa que en otras ocasiones. Pero probablemente más pertinente. Vamos allá.
Escuchaba hoy en la radio a un
médico hablar de las bondades de la paleodieta y el paleoejercicio. Y digo
bien, no era un licenciado universitario en Dietética y Nutrición o Ciencias de
la Actividad Física. Era un médico. Había encontrado la panacea. Es de suponer que él, en su consulta, tratará a sus pacientes con hierbas, raíces y cataplasmas, como hacían nuestros ancestros del paleolítico. ¿Para qué fiarse de la medicina moderna, con sus antibióticos, sus vacunas, sus analgésicos y esas paparruchas y modernidades?
Afortunadamente, el conocimiento
científico en el ámbito del entrenamiento deportivo va mucho más lejos de las
modas pasajeras, y no existe el café para todos. Así como una aspirina puede
quitar el dolor de cabeza, pero no soldar un fémur roto, no existe ningún
método de entrenamiento que sirva para todo. Cada uno de ellos es válido para
lograr unas adaptaciones determinadas, e inútil, contraproducente, y hasta
peligroso, cuando se buscan otro tipo de
adaptaciones.
Sabemos, a través de la ciencia y
de los grandes científicos que legan su vida a crear y transmitir conocimiento,
manipular la dinámica de la adaptación biológica. Combinando contenidos y
metodologías y periodizando científicamente, estamos en condiciones de provocar
adaptaciones neurales, musculares, metabólicas, hormonales, cardiorrespiratorias,
vasculares y esqueléticas muy diferentes en función de dichos contenidos y
metodologías. Esta elección dependerá del objetivo perseguido, del estado de forma del individuo, de
condicionantes previos de salud, de la edad... por no hablar de la preparación deportiva,
que será radicalmente diferente en función del tipo de deporte, del momento de
la temporada, del día de la semana, de la edad...
¿Deben entrenar igual la fuerza
un remero, un jugador de baloncesto, un jugador de rugby y un boxeador?
O más allá, ¿Deben entrenar igual
un hombre de 50 años con resistencia a la insulina y una mujer con un problema
de osteopenia que desea estar en forma?
ROTUNDAMENTE, NO.
Especificidad de la adaptación: ambos entrenan 7 dias a la semana, 3 horas al dia, pero consiguen adaptaciones muy diferentes |
Y es que, en ocasiones guiándonos
por referencias exclusivamente estéticas y por evaluaciones inespecíficas,
provocamos adaptaciones neuromusculares y metabólicas contraproducentes que son
muy difíciles de revertir.
Como anécdota, no hace demasiados
meses, me consultaba un deportista de alto nivel sobre qué podía estarle
ocurriendo para, según sus palabras, "perder toda la chispa y la explosividad".
Tras analizar su programación de entrenamiento, efectivamente, se había dejado
llevar por una de estas corrientes universales en boga actualmente, que
precisamente, tiene como una característica principal, la disminución del
índice de manifestación de la fuerza, la reducción de la frecuencia de impulsos
nerviosa e incluso la transformación enzimática y molecular de fibras IIx a
IIa. Tras eliminar ese tipo de contenidos, alejarlo de las modas y programar en
función de las adaptaciones deseadas, vuelve a ser el de siempre.
No existen los ejercicios
mágicos. No existen los sistemas de entrenamiento universales. Es absolutamente
imposible generar adaptaciones específicas entrenando inespecífico. Entrenar es
sencillo. Entrenar bien es complicadísimo.
Sólamente un análisis
pormenorizado de las adaptaciones a conseguir y un diseño consecuente del tipo
de ejercicio a programar puede llevarnos a optimizar la respuesta biológica
adaptativa.
Valga el título de esta entrada para homenajear humildemente a uno de los seres humanos que más me ha hecho sonreir y soñar trasladado a sus mundos oníricos. Gracias Gabo.
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